jueves, 30 de julio de 2015

No más esclavos, sino hermanos.


Es habitual culpar de lo que pasa a otros o a la sociedad como un todo impersonal, en donde la responsabilidad se diluye, pero ante tragedias como las que sufren miles de mujeres y niñas que gritan pidiendo justicia y liberación ante la trata de personas, no podemos quedarnos impasibles ni mirar hacia otro lado. Es una forma más de servidumbre y esclavitud que colisiona con la defensa de los derechos de la persona y la percepción del ser humano como creado a imagen y semejanza de Dios.

El Protocolo de Palermo del año 2000 define la trata de personas como: «la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas, recurriendo a la amenaza, al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, fraude, engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad, o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación».

Pero más que definiciones o cifras tenemos que poner rostros a estas vidas marcadas por situaciones injustas e infrahumanas, donde a las personas se les trata, no mercancías objeto del mercado:

  •         La Organización Internacional del Trabajo (OIT), tabula en 1.200.000 las menores, principalmente niñas, que están siendo víctimas de la trata.
  •         Por otro lado, a nivel mundial 2.500.000 de personas son introducidas anualmente en la trata de personas, de las que 500.000 mujeres y niñas su destino de Europa, donde serán explotadas sexualmente.
  •         Save The Children y de la Red Española contra la Trata de Personas, informan que cada año, entre 40.000 y 50.000 mujeres y niñas, la mayoría en edades comprendidas entre 18 y 25 años, procedentes de Marruecos, África subsahariana, países del Este, Brasil y Centroamérica, son víctimas de la trata de seres humanos, engañadas y traídas a España, donde «hay una gran demanda».



Los tratantes de esta nueva forma de esclavitud, buscan a sus víctimas entre las personas más vulnerables y por tanto,  la pobreza es un factor determinante de vulnerabilidad. Esta vulnerabilidad de las personas que sufren la trata, afecta en particular las mujeres, ya que estas sufren un mayor empobrecimiento por las condiciones adversas de acceso al mercado de trabajo, su extensa dedicación a tareas reproductivas y no remuneradas, su déficit de alimentación, educación, atención sanitaria y su menor dotación de activos económicos, sociales y culturales. El deseo de mejorar las precarias situaciones de vida que tienen, empuja a mujeres de países pobres a emigrar para mantener a sus familias, siendo susceptibles de ser captadas por tratantes. Por tanto la “feminización” de las migraciones supone una estrategia de supervivencia para muchas mujeres de países pobres.

La finalidad de explotación es la que ha servido para identificar las manifestaciones de la trata y por tanto a sus víctimas que pasan por la explotación sexual, la explotación laboral y el tráfico de órganos. No podemos olvidar otros sectores, que habitualmente tenemos muy cercano, como el servicio doméstico, agricultura, talleres de confección, mendicidad…

La trata ocasiona un gran sufrimiento físico, mental, emocional y social. El precio que pagan las víctimas es mucho mayor que las deudas económicas que les imponen los tratantes.

La pobreza está abocando a muchas personas a sufrir la trata de seres humanos de múltiples formas, todas ellas implican un trato degradante o inhumano, y con ello, la vulneración de bienes jurídicos personalísimos, como el derecho a la vida, la salud, la libertad y la seguridad, la libertad sexual, la intimidad, etc. Es evidente la necesidad de integrar la perspectiva de los derechos humanos en el enfoque de la lucha contra la trata así como en la articulación de las posibles soluciones. Es evidente que sin un trabajo de cada uno de denuncia contra estas situaciones y de solidaridad con las víctimas, tanto las que lo sufren en nuestros entornos, como en los países de origen, este comercio inhumano continuará.

El papa Francisco está librando una cruzada contra la trata de personas y en su Mensaje de 1 de enero de 2015 decía:

“«Anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad», la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos el camino de la conversión, que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad, como nos lo muestra la historia de Josefina Bakhita, la santa proveniente de la región de Darfur, en Sudán, secuestrada cuando tenía nueve años por traficantes de esclavos y vendida a dueños feroces. A través de sucesos dolorosos llegó a ser «hija libre de Dios», mediante la fe vivida en la consagración religiosa y en el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y débiles. Esta Santa, que vivió entre los siglos XIX y XX, es hoy un testigo ejemplar de esperanza para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta «llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo».

En esta perspectiva, deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas. Algunos hacen la vista gorda, ya sea por indiferencia, o porque se desentienden de las preocupaciones diarias, o por razones económicas. Otros, sin embargo, optan por hacer algo positivo, participando en asociaciones civiles o haciendo pequeños gestos cotidianos –que son tan valiosos–, como decir una palabra, un saludo, un «buenos días» o una sonrisa, que no nos cuestan nada, pero que pueden dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con esta realidad.”


Globalicemos la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia.

miércoles, 4 de junio de 2014

El bien común

El bien común lo define san Juan XXIII en Mater et Magistra como “El conjunto de condiciones sociales que permiten a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección”.

El mismo pontífice, abunda en Pacem in terris diciendo que “la razón de ser de cuantos gobiernan, radica por completo en el bien común,” y todos los ciudadanos participan en el bien común aun cuando sea  “en grados diversos, según las categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano”.  No obstante, abunda el Papa diciendo que “razones de justicia y equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que pueden hallarse en condiciones de inferioridad, para defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos intereses.”

El mundo actual considera el bien común como la suma de los bienes particulares de todos, respondiendo a una concepción liberal de la sociedad, en la que predomina el individuo. Esta concepción va de la mano del actuar de la autoridad política que, de forma paternalista, pretende hacer al ciudadano de la iniciativa pública.

La Iglesia entiende el bien común, más que como un medio de facilitar lo que el individuo requiere, como crear unas determinadas condiciones en las cuales el ser humano, individual o asociadamente, puede desarrollarse por sí mismo. Es importante la mirada a la persona, en su conjunto, en cuanto ser social, y no solo como individuo.

Benedicto XVI en Cáritas in veritate nos dice que “trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como polis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis. Esta es la vía institucional –también política, podríamos decir- de la caridad” (CV 7).


Avanza el Obispo de Roma en la definición concretando más, al vincularlo estrechamente con el conjunto de instituciones que estructuran la vida social. Con ello nos da un camino a seguir claro y nítido que debe hacernos conformar nuestro actuar en consonancia con el trabajo social, para hacer brotar la caridad, fruto de la justicia y la solidaridad. 

domingo, 23 de febrero de 2014

El éxtasis de tus deseos

Cuando aquellos a quienes amamos nos piden algo,
les damos las gracias por pedírnoslo.

Si tú deseases, Señor, pedirnos una única cosa
en toda nuestra vida,
nos dejarías asombrados,
y el haber cumplido una sola vez tu voluntad
sería el gran acontecimiento de nuestro destino.

Pero como cada día, cada hora, cada minuto,
pones en nuestras manos tal honor,
lo encontramos tan natural que estamos hastiados,
que estamos cansados...

Y sin embargo,
si entendiésemos hasta qué punto es tu misterio impensable,
nos quedaríamos estupefactos
al poder conocer esas chispas de tu voluntad
que son nuestros minúsculos deberes.

Nos deslumbraría el conocer,
en esta inmensa tiniebla que nos cubre,
las innumerables,
las precisas
las personales,
luces de tus deseos.

El día que lo entendiésemos, iríamos por la vida
como una especie de profetas,
como videntes de tus pequeñas providencias,
como agentes de tus intervenciones.

Nada sería mediocre,
pues todo sería deseado por ti.

Nada sería demasiado agobiante,
pues todo tendría su raíz en ti.

Nada sería triste,
pues todo sería querido por ti.

Nada sería tedioso,
pues todo sería amor por ti.

Todos estamos predestinados al éxtasis,
todos llamados a salir de nuestras pobres maquinaciones
para resurgir hora tras hora en tu plan.

Nunca somos pobres rechazados,
sino bienaventurados llamados,
llamados a saber lo que te gusta hacer,
llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros:
personas que necesitas un poco,
personas cuyos gestos echarías de menos
si nos negásemos a hacerlos.

El pantalón para zurcir,
el email que hay que escribir,
el niño que es preciso levantar,
la pareja a la que hay que alegrar,
la puerta que hay que abrir,
la llamada a la que hay que responder,
el dolor de cabeza que hay que soportar...:
otros tantos trampolines para el éxtasis,
otros tantos puentes para pasar
desde nuestra pobre y mala voluntad
a la serena rivera de tu deseo.

viernes, 23 de agosto de 2013

De la lógica del beneficio a la lógica de la gratuidad


Desde el año 2007 estamos sufriendo una crisis económica y financiera, que está afectando a las raíces más hondas de nuestra sociedad y que en España, y no digamos en Andalucía estamos viviendo con dolor, con el dolor y el sufrimiento de miles de personas que no solo lo han perdido todo, sino que han perdido la esperanza.

Desde nuestro enfoque cristiano hemos de “interpretar los signos de los tiempos”, profundizar en los porqués de esta crisis y aflorar las motivaciones profundas que han generado los desequilibrios e injusticias de esta lógica de mercado que dirige al mundo.  

Importantes personalidades de la sociedad y de la política han manifestado que la crisis que sufrimos no tiene sus pilares en la crisis de valores y el olvido de cualquier principio ético y moral, por muy pequeño que sea. Así de forma contundente nos lo hizo presente papa Benedicto XVI en Cáritas in veritate, al hacer patente que esta situación debe hacer despertar en la humanidad la urgencia de hacer presente una síntesis que tenga a la persona humana como el centro de la vida y de la historia, cimiento de una economía, no guiada por los valores del mercado, sino que integre los principios fundamentales de la ética.

No podemos, ni debemos, ni vamos a sucumbir ante la desesperanza  o ante el pensamiento que no ofrece otra alternativa que el mantenimiento del sistema neocapitalista puro y duro, sino que hay que repensar la lógica económica, incorporando la lógica de lo pequeño, de la gratuidad y del don.

La crisis debe hacernos trabajar para salir de ella, pero no solo de una manera economicista, sino humanizando las leyes del mercado, globalizando los derechos de las personas y combatiendo las estructuras de pecado que pretenden quitarle su dignidad humillando y vejando a la gran mayoría de la humanidad.

La civilización del amor, pone en el centro del mundo al ser humano, el cual tiene la capacidad y el deseo de amar y de ser amado y sin negar la racionalidad ni oponerse ella, transforma el mundo y es expresión de un amor que transfigura la racionalidad. Esta civilización lleva a vivir como don, que rompe nuestro aislamiento, nos ayuda a salir de la soledad, nos implica en la construcción de un mundo nuevo y nos da sentimiento de pertenencia.

Construyamos con esperanza la civilización del don, poniendo en valor no solo los nuestros, sino los de todos los demás, para construirnos todos como personal y desarrollar el proyecto de una nueva humanidad.

jueves, 11 de julio de 2013

Redescubrir la "projimidad"


El mundo es el lugar en el que se revela la realidad de Dios, en cualquier momento, en cualquier lugar, solo es preciso que tengamos los ojos abiertos, que seamos capaces de apreciar la belleza, la verdad, la realidad que se nos hace presente de mil maneras y formas.

La vorágine en la que vivimos a veces nos impide apreciar lo pequeño lo cual, pasa desapercibido e ignorado frente a lo llamativo y ostentoso. Tenemos ceguera de lo pequeño, de lo sencillo, pero es ahí, en la fragilidad, en lo que no cuenta es donde más está Dios. Seguimos deseando ser como dioses y por tanto huimos la mirada de los pobres, pues nos muestran un manera de ser de Dios que no nos gusta, que nos descoloca, nos desubica y nos desnuda.

Pero los pobres están ahí, son los vicarios de Cristo, iconos de Dios en los que Él espera la misericordia, ante los que no pide juicios sino solidaridad y caridad.

Ver en el pobre a Cristo, el lugar en el que Dios quiere ser servido nos ha de llevar a actitudes concretas; no es la pobreza un estigma que tienen determinadas personas a las que hemos de dar una bolsa de alimentos, sino el resultado de una serie de situaciones de injusticias que las han abocado a padecer esta realidad. Al igual que para luchar contra los incendios lo prioritario es realizar actuaciones que eviten que se produzcan y en caso de que esto ocurra eliminar los focos y solo después ir contra las llamas, la verdadera lucha contra la pobreza ha de dirigirse en combatir la causas que la producen.

De singular importancia es trabajar la dimensión política de la caridad, trabajar porque existan políticas integradoras y no paliativas, que se actúe con y desde las personas necesitadas como artífices de su propia historia, no siendo cómplices de la injusticia, con el silencio, la prudencia y la pasividad.

La sensibilidad con los más vulnerables ha de ser estilo de los cristianos. Siguiendo el ejemplo de Jesús, es prioritario darse, antes que dar, pues si no ponemos en el encuentro cercanía y  amor, reducimos al hermano a carencias y necesidades.

Hemos de recuperar en el encuentro con el otro, pues la humanización de las relaciones es lo que dignifica el contacto con el otro. Es lo que el Papa Francisco llama la “projimidad”

Lo que transforma la vida de cualquier persona es el amor recibido, la del que lo da y la del que lo recibe, por eso para ser verdaderos testigos de Cristo y transformadores de la sociedad hemos de tener presente los valores del Evangelio, el mandato del “amor fraterno”, el espíritu de comunión, la construcción juntos el Reino y siempre hacerlo “como a ti mismo”.

No podemos vivir la caridad si no vamos antes al Maestro de la Caridad que con su Palabra nos ayuda, dirige, orienta, generando en nosotros las actitudes de un verdadero servicio liberador.

domingo, 30 de junio de 2013

Si somos una cáritas que no siente, no somos cáritas


Del 28 al 30 de junio ha tenido lugar en la Casa de Ejercicios San José de El Escorial la 70ª Asamblea de las Cáritas de las Diócesis de la Conferencia Episcopal Española, reunión que anualmente convoca a los representantes de estas instituciones de la Iglesia, presididos por D. Alfonso Millán, obispo delegado por la CEE para Cáritas.

El análisis de los últimos cuatro años ha evaluado la importancia de vivir en las fronteras, porque cáritas ha nacido para ir, estar y compartir aquellos lugares y personas donde hay dolor y sufrimiento. Solo con los sentimientos de Cristo, “corazonando” la realidad sufriente podemos sentir y compartir, sustentado por el Espíritu, pues sólo Él es capaz de convertir la fuerza en debilidad.

Siempre tenemos el peligro presente, peligro de la enfermedad más que del accidente, porque todos nos quieren, porque tenemos muchas medallas, reconocimientos, en todos lados nos abren las puertas, eso no es mal y ciertamente es de agradecer, pero también es motivo para que llevemos a la reflexión y al discernimiento los aplausos del mundo, porque cuando existe  tanto cariño y fervor, algo nos pasa.

Debemos evitar la mundanidad espiritual, que agradece que estemos en el centro y no en la periferia; estamos llamados a vivir en la periferia, fuera de la ciudad, como fue el lugar en el que el Redentor entregó su vida y salvo al mundo. Si somos una cáritas que no siente, no somos cáritas; sentir la realidad es mostrar la realidad. Cáritas ha de generar caridad, fruto. No podemos estar en la realidad sin aspirar a otra realidad.

“No se trata de socorrer a muchos pobres, se trata de decir que este modelo no sirve”, nos dice elpapa Francisco

A veces tenemos muchas ganas, pero nos cansamos pronto. Estamos viviendo una realidad que se mueve muy poco, por eso es importante la espiritualidad, vivir unido siempre al Señor. La espiritualidad debe encarnarnos en los dolores del mundo, sintiéndonos acogidos por el Padre de los Pobres..

“El escándalo de la pobreza y la exclusión nos rompe el alma” decía el Papa. Nos hemos acostumbrado a la pobreza y nos parece que vivir con ella es absolutamente normal, y sigue siendo un escándalo en este mundo donde tantas riquezas hay. Tenemos que ser personas removidas por dentro e indignados con el sufrimiento de nuestros hermanos.

Es importante el compromiso de las personas que se implican en Cáritas y en otros espacios civiles y eclesiales, ellas son frutos del Espíritu, así se ha denotado en los últimos años en el incremento sostenido en los últimos años de financiación privada, en familias desfondadas pero que comparten lo necesario, en el aumento de la solidaridad informal, entre personas, vecinos, etc., en la potenciación del voluntariado.

La desmoralización social nos convoca a buscar primero el Reino de Dios y su Justicia. No podemos perder el sentido y misión, como algunas organizaciones que solo piensan en sobrevivir como tales cuando se les ha acabado la financiación pública o privada y que algunas has llegado al “todo vale” para captar recursos. Tampoco podemos olvidar a los migrantes a los que hemos reclamado con anhelo para que colaboraran en nuestra sociedad del bienestar y ahora enviamos a sus hogares o los tratamos como mercadería y no como personas. Ni que decir tiene que se impone la frase “primero a los nuestros y luego a los de afuera” o “la caridad empieza primero por casa” con lo que estamos abandonando a ayuda al Tercer Mundo y la solidaridad con los que llevan en crisis profunda toda la vida; a nosotros como Católicos-Universales no se nos puede ni pasar por la cabeza.

“La política desnortada clama por un compromiso decidido de los cristianos para construir el bien común” Benedicto XVI.

Las personas vulnerables, los más débiles desde luego no son lo primero en importancia. La política está pasando de cumplir su misión de garantizar derechos a gestionar comedores o bancos de alimentos, porque esto es siempre más fácil para ellos que crear leyes que miden las consecuencias sociales de su promulgación. Se han erosionado las políticas sociales y continúan erosionándose; el futuro no es nada halagador.

Por eso en esta Asamblea, las Cáritas de España ha renovado los siguientes compromisos:
  • Estar presente con los últimos y no atendidos, de otra manera no seríamos cristianos, porque el cristiano no es un ser que reparte, sino una persona que comparte.
  • Formar más y mejor a los voluntarios y trabajadores; más formación para mejor servir.
  • Impulsar a nuestras comunidades eclesiales facilitando que la Iglesia sea más dinámica y más comprometida en el mundo.
  • Construir una presencia pública cualificada desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.  

“Salir a las periferias sociales y existencias… y volver para compartirlo” Francisco, exige riesgo y creatividad, comunión y  eclesialidad de contraste.

Debemos tener un discernimiento constante, las personas y los grupos para avivar una conciencia que nos ayude a hacernos cargo de la realidad, con compromiso y ternura de rostro, y espiritualidad encarnada para cargar con el sufrimiento de los hermanos.

viernes, 14 de junio de 2013

"No muy beato", pero sí samaritano

 
Era bien tarde y recibí la llamada de un párroco. Noté rápidamente que estaba preocupado, quizá nervioso. El tema era que, como a muchos de nuestros sacerdotes, esa tarde se le había presentado una persona a la que el mundo se le volvía oscuro, a la que todas las puertas se les mantenían cerradas, pero con esa intuición que tiene nuestro pueblo, sabía que la Iglesia siempre las tiene abiertas para la escucha y la ayuda.
Se había quedado embarazada y no quería abortar, había apostado por la vida, pero no sabía cómo; la acababan de echar del trabajo, de mala forma, con engaños de tal manera que no tendría derecho a percibir las prestaciones sociales previstas para estos casos. No tenía nada ni a nadie.
Al conocer el caso entendí la preocupación del sacerdote, buen pastor estaba cargando sobre sus hombros con el dolor que traía esa chica, sintiendo toda la injusticia que estaba sufriendo y la apuesta tan valiente que había realizado, quizá, en contra de la mentalidad que quieren sea imperante.
¿Qué hacer, cómo actuar, quizá si la justicia pudiese hacer algo?, y me lanzó la pregunta ¿conoces a alguien, a algún abogado que nos pudiera ayudar?, de los honorarios yo los asumiré, con seguridad me dijo. Pusimos el tema en las manos del Misericordioso.
A la mañana siguiente, haciendo memoria de los laboralistas de los que sabía por mi anterior ocupación, me lancé a la calle. Me presenté en el despacho de uno de ellos; sabía que el titular no me conocía, yo, por distintas causas, sí sabía de él. Estaba en los juzgados, me dijo la gestora que me atendió y me preguntó que deseaba. Sin reparos le conté la historia, hasta donde sabía, quizá no  todos los elementos para un análisis jurídico, pero era igual, rápidamente me respondió que informaría al letrado tan pronto volviese, le dejé mi teléfono y me marche.
No había comenzado la tarde cuando recibí su llamada, un poco extrañado quizá, pero dispuesto a asumir el tema. Comenzamos a hablar y lo primero que me dijo que siendo un caso que le planteaba la Iglesia, tanto sus servicios como todas las acciones que fuesen precisas realizar serían asumidas por él. Con gracia me dijo que era cristiano aunque “no muy beato”.
Cuanto acabamos la charla llamé al sacerdote y le conté, estábamos pletóricos. Él se lo dijo a la chica y la esperanza empezó a florecer.
El caso se resolvió favorablemente. Gracias a Dios y a este laboralista, que fue su instrumento,  la chica ha podido tener a su hijo y poco a poco, con la ayuda de la comunidad parroquial a través de cáritas y de su pastor, está “encarrilando” su vida y ha podido disfrutar de la baja maternal que le querían robar, pudiéndose incorporar próximamente a una vida normalizada.
El ser buen pastor, el no ser “muy beato” pero si misericordioso y compasivo, se han convertido en instrumentos del Señor. El buen samaritano se viste de mil maneras, pero sigue siendo el ejemplo para cambiar el mundo desde la pequeñez del cristiano que desde abajo, transforma la realidad, con hechos que pueden parecer insignificantes, pero que son portadores de vida, y como prueba el nacimiento de ese niño de una madre cargada de esperanza.