jueves, 3 de noviembre de 2011

LA CARIDAD ACTIVA ANTE LA CRISIS

Los datos que en estos últimos días ha presentado la Encuesta de Población Activa, en relación al desempleo, son apabullantes. Estamos batiendo records en el número de parado y ante la frialdad de las estadísticas, que en este momento ni siquiera se perciben como frías, sino como hirvientes, está el drama humano de cada una de las personas, de las familias que se encuentran en esta terrible situación.
Cinco millones de parados, o 4.360.926 personas para ser exactos es el resultado del aumento de 144.700 personas en el tercer trimestre del año, lo que ha situado la tasa del desempleo en el 21,52%, porcentaje que en el peor de los casos hace unos años era imposible de imaginar. Solo un tercio de la población española tiene trabajo.
Tenemos 2.117.300 personas que perdieron su empleo hace más de un año, el 42,5%, casi la mitad, del total de los que no tienen trabajo.
Como siempre las mujeres llevan las de perder ya que la tasa de paro femenina es mayor que la masculina, un 22,10% frente al 21,04% de varones.
Cuando nos centramos en nuestra Andalucía, el número de personas paradas ascienden ya 1.232.900 personas, con lo que superamos el 30% del total de nuestra población, pero no solo eso, en este periodo, el 37,3% de los nuevos desempleados son residentes en nuestra Comunidad. Con respecto a los parados de larga duración hemos llegado a la cifra alarmante del 48%, casi la mitad del total de los desempleados 592.200 personas. Con estos número de denota claramente que el paro es una lacra estructural en nuestra sociedad andaluza. Estos números provocan que cerca de 400.000 hogares lo forman familias andaluzas en la que todos sus miembros están sin  empleo.
Al contemplar nuestra diócesis de Sevilla,  tenemos 257.500 personas en paro, el 28% de la población de nuestra provincia, con 87.200 familias en las que ninguno de sus miembros tiene trabajo. En el último mes en Sevilla se han destruido 7.000 empleos.
El panorama es sombrío, fruto de una estructura social que solo tiene presente los beneficios económicos y la persona queda supeditada ser un elemento más en la cadena productiva. Hay que ser consciente de que cada uno de nosotros con nuestra actitud, con nuestras opciones de vida, con nuestros valores, podemos inferir en mantener este forma de gestionar la economía y el mundo o mediante acciones concretas, pequeñas, pero contundentes en nuestro ámbito podemos ir trabajando para que el fondo que ha provocado esta crisis vaya destruyéndose y apareciendo una sociedad más sostenible, más justa, más humana, más cristiana. Si de verdad creemos en el Señor de la Vida hemos de contemplar su manera de actuar, en lo pequeño, en lo que no cuenta a los ojos del hombre, pero que es grandeza a los ojos de Dios.
No podemos perder la esperanza, no es tiempo de perdedores y no en el sentido economicista, sino en el sentido cristiano. En este tiempo de dureza, los cristianos tenemos la gran tarea de llevar los valores del Evangelio, sembrar a tiempo y destiempo ante los que tenemos al lado, con la esperanza que nos da la fe en Cristo, con ayuda de poner todas las capacidades con que el Señor nos ha dotado para echar una mano a los más débiles, con la denuncia profética, en la confianza de que se cumplirá el Libro del Apocalipsis “ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio que dieron y no amaron tanto su vida, que temieran la muerte”, el “a Dios rogando, pero con el mazo dando”, pero mejor dicho.

1 comentario:

  1. Suscribo cada una de las palabras. Desde mi poquedad, también he gritado el dolor de tanto sufrimiento: http://diasdeaplomo.blogspot.com/2011/10/un-alto-en-el-camino.html

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