domingo, 4 de diciembre de 2011

¿Qué es ser excluido? “Lo que nadie quiere”.

El Seminario Menor de Sevilla visita el Centro Amigo


 Apenas llevaba un mes siendo voluntaria en Cáritas Diocesana de Sevilla cuando me ofrecieron la oportunidad de ir en nombre de Comunicación a Centro Amigo, con motivo de la visita del Seminario Menor de Sevilla, para sacar fotografías del evento.

En realidad es sorprendente lo rápido que puedes sentirte parte de algo. En Comunicación me acogieron con ganas, y rápidamente empezaron a contar conmigo de verdad. Supongo que sentirse útil para los demás, para Dios, es una sensación irremediablemente hermosa.

Hacía apenas dos días que había acudido a Centro Amigo para conocerlo. Era un centro de acogida para personas sin hogar, inmerso en un proyecto llamado Vínculo en el que se incluyen otros dos centros para atender a otras necesidades. En Centro Amigo se ofrece alojamiento, alimento, educación, formación, etc., no con un carácter asistencial, sino promocional, con el fin de reinsertar en la sociedad, de nuevo, a estas personas. Al conocerlas, empecé a cuestionarme aspectos en los que, posiblemente, no había pensado antes: ¿cuándo una persona deja de ser persona? ¿Cuándo un derecho deja de ser derecho? ¿Desde cuándo la posesión material y económica hace más humana a las personas, y menos a quienes nada de eso tienen? ¿Quién se cree con derecho a juzgar la suerte de estas personas, sin haberse puesto en sus zapatos?



Cuando llegó el Seminario Menor y se unió a la merienda con los acogidos y voluntarios, hubo un momento en el que me di cuenta de que no sabría distinguir a un acogido o acogida de un voluntario o voluntaria. Y eso está bien, porque nadie es mejor o peor, sino diferente. ¡Qué valor tener voluntad para salir de la calle! ¡Pero qué bondad también para quienes de manera altruista colaboran a que esto sea posible!
El Seminario Menor es un grupo de jóvenes con vocación al sacerdocio, y con el apoyo de unos sacerdotes-formadores y un padre espiritual, van descubriendo cuál es la llamada concreta del Señor a seguirle. La primera impresión que tuve fue de sorpresa. Chavales de 13 a 18 años entraban por la puerta del Centro.

Después de la merienda, hubo una charla en la que se les explicó cómo funcionaba Centro Amigo, y se les permitió espacio para hacer preguntas sobre las inquietudes o dudas que pudieran tener. Algunas de las reflexiones que tuvieron lugar en aquel encuentro fueron... ¿Qué es ser excluido? “Lo que nadie quiere”. ¿Nacen las personas excluidas? Algunas sí, y otras no, depende de las condiciones familiares y contextuales de la persona. Si todos somos ciudadanos, todos deberíamos tener derecho a serlo de verdad, sin embargo, esto no es así.
Centro Amigo se encarga también de la educación de estas personas en cuanto a las relaciones sociales: cómo respetar el turno de palabra, cómo pedir una cita, cómo hablar, cómo dormir... Y el colectivo al que atiende es aquel que se encuentra olvidado, “el que nadie quiere”, del que nadie se ocupa; de las personas que llevan más de ocho o diez años en la calle y han perdido todo lazo de unión con la sociedad.

El sacerdote que acompañaba a los jóvenes, dijo que la labor de Cáritas, de Centro Amigo, era diferente a las demás, ya que no “se ayuda” a las personas, sino que “se las ama de corazón y con la fe”.

Después se les enseñó la casa, hasta culminar en la pequeña capilla (una habitación pequeña, con Cristo en la cruz frente a la puerta, con velas en un pequeño altar y sillas alrededor pegadas a la pared). Apenas entrábamos todos. Yo me quedé en la puerta. Fui testigo de lo hermoso que es ver a jóvenes arrodillarse ante la cruz, sintiendo la fe que emana de sus actos. Fue uno de estos chicos quien me ofreció el poema que íbamos a leer antes de la oración conjunta. Profunda, bella, y escrita por las personas en acogida.

Al acabar, llegó el momento de la despedida. Hablé con uno de los chicos del Seminario Menor. Creo que si tuviera que resumir sus palabras a mi pregunta de ¿qué te movió a acercarte al mundo del sacerdocio?, lo haría así “porque siento que es la manera en la que Dios quiere que me dé al mundo”. Hay personas que parecen realmente tocadas por Dios, que ya hablen o callen, trasmiten una sensación de paz, de seguridad, que otras no. Este chico fue quien, tras haber preguntado qué me movía a ser voluntaria, me citó el siguiente fragmento bíblico, llegando a emocionarme:

34 Entonces el rey dirá a los de su derecha: ‘¡Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino preparado para vosotros desde el comienzo del mundo! 35 Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; 36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme. 37 Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo y te vestimos?, 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 40 Y el rey les dirá: en verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicisteis.” (Mateo 25, 34-41)

Quizás deberíamos replantearnos la manera en la que tratamos (si es que llegamos a tratarlas) a las personas que no tienen hogar y viven en la calle. Si somos de esos que pasan de largo, como si no fueran nadie; o somos conscientes de que tienen nombre, historia (pasado), y un futuro incierto, como nosotros. Si sabemos que son personas maltratadas por una sociedad que ha olvidado al ser humano, por un mundo que parece haber elevado el capital económico por encima de nuestras cabezas. Si somos conscientes de que no debemos aceptar que siga habiendo personas en la calle, que no podemos asumir esa realidad como algo inmutable. Dios está siempre y en todas partes, llamándonos a  actuar, a darnos al prójimo, “a amar de corazón y con la fe”, porque sólo así se cambia el mundo. Y aunque a veces sintamos que lo que hacemos, no sirve de nada, podemos recordar las palabras de nuestra Madre Teresa de Calcuta: “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.”
Que Dios os bendiga.
María Beltrán Catalán
Miembro del equipo de Comunicación
Cáritas Diocesana de Sevilla

1 comentario:

  1. hola amigo hace unos meses en mi parroquia se formo un grupo de caritas al cual yo me he echo voluntaria yo ya soy voluntaria en aic san vicente de paul y me meti en caritas co mucha ilusion por el gran amor que siento por los pobres pero esto no esta funcionando como yo esperaba se empieza por separar en las acogida a extrangeros y españoles y no hay la union de grupo que yo veo en mi otro grupo de voluntariado me gustaria po informarais un poco de como funcionais vosotros muchas gracias

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