viernes, 23 de agosto de 2013

De la lógica del beneficio a la lógica de la gratuidad


Desde el año 2007 estamos sufriendo una crisis económica y financiera, que está afectando a las raíces más hondas de nuestra sociedad y que en España, y no digamos en Andalucía estamos viviendo con dolor, con el dolor y el sufrimiento de miles de personas que no solo lo han perdido todo, sino que han perdido la esperanza.

Desde nuestro enfoque cristiano hemos de “interpretar los signos de los tiempos”, profundizar en los porqués de esta crisis y aflorar las motivaciones profundas que han generado los desequilibrios e injusticias de esta lógica de mercado que dirige al mundo.  

Importantes personalidades de la sociedad y de la política han manifestado que la crisis que sufrimos no tiene sus pilares en la crisis de valores y el olvido de cualquier principio ético y moral, por muy pequeño que sea. Así de forma contundente nos lo hizo presente papa Benedicto XVI en Cáritas in veritate, al hacer patente que esta situación debe hacer despertar en la humanidad la urgencia de hacer presente una síntesis que tenga a la persona humana como el centro de la vida y de la historia, cimiento de una economía, no guiada por los valores del mercado, sino que integre los principios fundamentales de la ética.

No podemos, ni debemos, ni vamos a sucumbir ante la desesperanza  o ante el pensamiento que no ofrece otra alternativa que el mantenimiento del sistema neocapitalista puro y duro, sino que hay que repensar la lógica económica, incorporando la lógica de lo pequeño, de la gratuidad y del don.

La crisis debe hacernos trabajar para salir de ella, pero no solo de una manera economicista, sino humanizando las leyes del mercado, globalizando los derechos de las personas y combatiendo las estructuras de pecado que pretenden quitarle su dignidad humillando y vejando a la gran mayoría de la humanidad.

La civilización del amor, pone en el centro del mundo al ser humano, el cual tiene la capacidad y el deseo de amar y de ser amado y sin negar la racionalidad ni oponerse ella, transforma el mundo y es expresión de un amor que transfigura la racionalidad. Esta civilización lleva a vivir como don, que rompe nuestro aislamiento, nos ayuda a salir de la soledad, nos implica en la construcción de un mundo nuevo y nos da sentimiento de pertenencia.

Construyamos con esperanza la civilización del don, poniendo en valor no solo los nuestros, sino los de todos los demás, para construirnos todos como personal y desarrollar el proyecto de una nueva humanidad.

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