Desde el año 2007 estamos sufriendo una crisis económica y
financiera, que está afectando a las raíces más hondas de nuestra sociedad y
que en España, y no digamos en Andalucía estamos viviendo con dolor, con el
dolor y el sufrimiento de miles de personas que no solo lo han perdido todo,
sino que han perdido la esperanza.
Desde nuestro enfoque cristiano hemos de “interpretar los
signos de los tiempos”, profundizar en los porqués de esta crisis y aflorar las
motivaciones profundas que han generado los desequilibrios e injusticias de
esta lógica de mercado que dirige al mundo.
Importantes personalidades de la sociedad y de la política
han manifestado que la crisis que sufrimos no tiene sus pilares en la crisis de
valores y el olvido de cualquier principio ético y moral, por muy pequeño que
sea. Así de forma contundente nos lo hizo presente papa Benedicto XVI en
Cáritas in veritate, al hacer patente que esta situación debe hacer despertar
en la humanidad la urgencia de hacer presente una síntesis que tenga a la
persona humana como el centro de la vida y de la historia, cimiento de una
economía, no guiada por los valores del mercado, sino que integre los
principios fundamentales de la ética.
No podemos, ni debemos, ni vamos a sucumbir ante la
desesperanza o ante el pensamiento que
no ofrece otra alternativa que el mantenimiento del sistema neocapitalista puro
y duro, sino que hay que repensar la lógica económica, incorporando la lógica
de lo pequeño, de la gratuidad y del don.
La crisis debe hacernos trabajar para salir de ella, pero no
solo de una manera economicista, sino humanizando las leyes del mercado,
globalizando los derechos de las personas y combatiendo las estructuras de
pecado que pretenden quitarle su dignidad humillando y vejando a la gran
mayoría de la humanidad.
La civilización del amor, pone en el centro del mundo al ser
humano, el cual tiene la capacidad y el deseo de amar y de ser amado y sin negar
la racionalidad ni oponerse ella, transforma el mundo y es expresión de un amor
que transfigura la racionalidad. Esta civilización lleva a vivir como don, que
rompe nuestro aislamiento, nos ayuda a salir de la soledad, nos implica en la
construcción de un mundo nuevo y nos da sentimiento de pertenencia.
Construyamos con esperanza la civilización del don, poniendo
en valor no solo los nuestros, sino los de todos los demás, para construirnos
todos como personal y desarrollar el proyecto de una nueva humanidad.
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