El bien común lo define san Juan XXIII en Mater et Magistra
como “El conjunto de condiciones sociales que permiten a los ciudadanos el
desarrollo expedito y pleno de su propia perfección”.
El mismo pontífice, abunda en Pacem in terris diciendo que “la
razón de ser de cuantos gobiernan, radica por completo en el bien común,” y todos
los ciudadanos participan en el bien común aun cuando sea “en grados diversos, según las categorías,
méritos y condiciones de cada ciudadano”. No obstante, abunda el Papa diciendo que “razones
de justicia y equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno
tengan especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que pueden hallarse en
condiciones de inferioridad, para defender sus propios derechos y asegurar sus
legítimos intereses.”
El mundo actual considera el bien común como la suma de los
bienes particulares de todos, respondiendo a una concepción liberal de la
sociedad, en la que predomina el individuo. Esta concepción va de la mano del
actuar de la autoridad política que, de forma paternalista, pretende hacer al
ciudadano de la iniciativa pública.
La Iglesia entiende el bien común, más que como un medio de
facilitar lo que el individuo requiere, como crear unas determinadas
condiciones en las cuales el ser humano, individual o asociadamente, puede
desarrollarse por sí mismo. Es importante la mirada a la persona, en su conjunto,
en cuanto ser social, y no solo como individuo.
Benedicto XVI en Cáritas in veritate nos dice que “trabajar
por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de
instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida
social, que se configura así como polis,
como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por
un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano
está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir
en la polis. Esta es la vía
institucional –también política, podríamos decir- de la caridad” (CV 7).
Avanza el Obispo de Roma en la definición concretando más, al
vincularlo estrechamente con el conjunto de instituciones que estructuran la
vida social. Con ello nos da un camino a seguir claro y nítido que debe
hacernos conformar nuestro actuar en consonancia con el trabajo social, para
hacer brotar la caridad, fruto de la justicia y la solidaridad.