miércoles, 4 de junio de 2014

El bien común

El bien común lo define san Juan XXIII en Mater et Magistra como “El conjunto de condiciones sociales que permiten a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección”.

El mismo pontífice, abunda en Pacem in terris diciendo que “la razón de ser de cuantos gobiernan, radica por completo en el bien común,” y todos los ciudadanos participan en el bien común aun cuando sea  “en grados diversos, según las categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano”.  No obstante, abunda el Papa diciendo que “razones de justicia y equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que pueden hallarse en condiciones de inferioridad, para defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos intereses.”

El mundo actual considera el bien común como la suma de los bienes particulares de todos, respondiendo a una concepción liberal de la sociedad, en la que predomina el individuo. Esta concepción va de la mano del actuar de la autoridad política que, de forma paternalista, pretende hacer al ciudadano de la iniciativa pública.

La Iglesia entiende el bien común, más que como un medio de facilitar lo que el individuo requiere, como crear unas determinadas condiciones en las cuales el ser humano, individual o asociadamente, puede desarrollarse por sí mismo. Es importante la mirada a la persona, en su conjunto, en cuanto ser social, y no solo como individuo.

Benedicto XVI en Cáritas in veritate nos dice que “trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como polis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la polis. Esta es la vía institucional –también política, podríamos decir- de la caridad” (CV 7).


Avanza el Obispo de Roma en la definición concretando más, al vincularlo estrechamente con el conjunto de instituciones que estructuran la vida social. Con ello nos da un camino a seguir claro y nítido que debe hacernos conformar nuestro actuar en consonancia con el trabajo social, para hacer brotar la caridad, fruto de la justicia y la solidaridad. 

domingo, 23 de febrero de 2014

El éxtasis de tus deseos

Cuando aquellos a quienes amamos nos piden algo,
les damos las gracias por pedírnoslo.

Si tú deseases, Señor, pedirnos una única cosa
en toda nuestra vida,
nos dejarías asombrados,
y el haber cumplido una sola vez tu voluntad
sería el gran acontecimiento de nuestro destino.

Pero como cada día, cada hora, cada minuto,
pones en nuestras manos tal honor,
lo encontramos tan natural que estamos hastiados,
que estamos cansados...

Y sin embargo,
si entendiésemos hasta qué punto es tu misterio impensable,
nos quedaríamos estupefactos
al poder conocer esas chispas de tu voluntad
que son nuestros minúsculos deberes.

Nos deslumbraría el conocer,
en esta inmensa tiniebla que nos cubre,
las innumerables,
las precisas
las personales,
luces de tus deseos.

El día que lo entendiésemos, iríamos por la vida
como una especie de profetas,
como videntes de tus pequeñas providencias,
como agentes de tus intervenciones.

Nada sería mediocre,
pues todo sería deseado por ti.

Nada sería demasiado agobiante,
pues todo tendría su raíz en ti.

Nada sería triste,
pues todo sería querido por ti.

Nada sería tedioso,
pues todo sería amor por ti.

Todos estamos predestinados al éxtasis,
todos llamados a salir de nuestras pobres maquinaciones
para resurgir hora tras hora en tu plan.

Nunca somos pobres rechazados,
sino bienaventurados llamados,
llamados a saber lo que te gusta hacer,
llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros:
personas que necesitas un poco,
personas cuyos gestos echarías de menos
si nos negásemos a hacerlos.

El pantalón para zurcir,
el email que hay que escribir,
el niño que es preciso levantar,
la pareja a la que hay que alegrar,
la puerta que hay que abrir,
la llamada a la que hay que responder,
el dolor de cabeza que hay que soportar...:
otros tantos trampolines para el éxtasis,
otros tantos puentes para pasar
desde nuestra pobre y mala voluntad
a la serena rivera de tu deseo.